y una ventana abierta
por donde se destila el latir del mundo.
Veo cómo el calor parchea
rastros de nieve en la montaña,
igual que el amante de los otoños.
El brillo del cielo es un azulejo de iznik
aún joven y tenue y apenas sucio de pellejos blancos.
El tiempo pasa
pero sus horas no son equivocadas
mientras juego a hacerle el amor y la guerra a las palabras
mientras esta canica de agua y tierra sigue girando
como un derviche
enloquecido.