Intelectualizar la vida es como lanzarse de cabeza contra un muro de hormigón armado: no sirve de nada; es un suicidio, una pérdida de tiempo.
La vida hay que vivirla simple e insultantemente.
Esto es una arenga que me repito cada mañana entre sorbo y sorbo del primer café, porque temo caer en esa trampa, no despertar nunca de esa pesadilla que me ata de pies y manos.
Pero mi vida es un jodido oxímoron, una reglada contradicción en términos, ya que cuando llega la tarde y me siento frente a la pantalla y me pongo a darle duro a las teclas, lo que al cabo sale no es otra cosa que una cagada, una inmensa y apestosa cagada detrás de otra.
¡Yo sólo quiero vivir!,
y no debería necesitar saber los porqués
sino los malditos cómos.
La vida hay que vivirla simple e insultantemente.
Esto es una arenga que me repito cada mañana entre sorbo y sorbo del primer café, porque temo caer en esa trampa, no despertar nunca de esa pesadilla que me ata de pies y manos.
Pero mi vida es un jodido oxímoron, una reglada contradicción en términos, ya que cuando llega la tarde y me siento frente a la pantalla y me pongo a darle duro a las teclas, lo que al cabo sale no es otra cosa que una cagada, una inmensa y apestosa cagada detrás de otra.
¡Yo sólo quiero vivir!,
y no debería necesitar saber los porqués
sino los malditos cómos.