Ven y devuélveme lo que es mío,
lo que me robaste: el placer
de lamer piedras de sal cuando tengo sed,
de enjugarme tu llaga con las lágrimas del sida..., porque
ya sólo lloro por el ojo izquierdo.
Ven y devuélveme —mala perra— mis miserias
soportables.
Son mías.
Ese dolor me pertenece.
Ese dolor soy yo.