21/3/10

LA LÍNEA DEL HORIZONTE


Estar en ese punto,
como al filo de una navaja,
en que uno no sabe muy bien
si ha pasado demasiado tiempo
para olvidar
o
por el contrario
demasiado poco
para no echar de menos.
En ese punto, digo,
justo donde el sol prende fuego
a la línea del horizonte.

20/3/10

NI CHIQUITO LO HUBIERA HECHO MEJOR...

Recientemente he tenido ocasión de escuchar los comentarios que un periodista de una conocida cadena radiofónica nacional hacía al respecto de otro comentario que días antes había hecho un colega suyo en la Radio Pública Venezolana. El tipo, el primero, manifestaba abiertamente una ufana indignación en cuanto a lo dicho por el segundo, el venezolano. La polémica giraba en torno a las declaraciones de este, que venían a decir algo así como que qué se puede esperar de un país, España, cuyo Rey es un alcohólico puesto a dedillo en la jefatura nacional del estado por un anciano dictador fascista en lugar de haber sido elegido democráticamente por las urnas. El periodista español, ni corto ni perezoso y en pleno directo en la retrasmisión de su programa que para mayor absurdez era un serial deportivo, coge y llama a la Radio Nacional Venezolana, y comoquiera que no logra contactar con el atrevido periodista se dedica a vacilar, con inquina sexual de por medio, a la recepcionista que amablemente le atendió al descolgar el teléfono. Dantesco, vaya. Todo un despliegue de castiza y depravada verborrea española sólo digna del peor chiste de Chiquito de la Calzada, y que de alguna manera viene a confirmar aquello que decía el voceras venezolano y al que por cierto no creo que tarde en caerle encima el peso de la corrupta legalidad española.

En cuanto a lo del Rey. Bueno, ese bastardo hijo de puta tiene suerte si una bomba le ventila para el otro barrio antes de que el hígado o la vesícula o el páncreas le revienten todos juntos en una traca final cuanto menos borbónica...; porque no creo, la verdad, que nadie haya dicho mentira alguna.

18/3/10

EL PRINCIPIO DE LA RECIPROCIDAD

A veces, cuando llego a casa después de trabajar, me siento aquí, frente a la pantalla, y me pongo a darle duro a las teclas. No lo hago por nada en especial. O bueno, sí. El procedimiento es el mismo que ir al baño o quitarse un grano o hacerse una paja o lavarse los dientes y la cara. Pura y desmedida rutina. Una catarsis fisio-psicoanalítica que me deja igual que un bebé recién sacado del agua. Con el tiempo he aprendido a sacarle utilidad a esto de poner una letra detrás de otra y luego darle al espacio, y así unas cuantas veces hasta que llega el punto y final y uno apaga y se marcha a otro lugar con la sensación de haber aplacado, al menos temporalmente, ese manojo de nervios, miedos, fobias y demás alteraciones nerviosas. Escribir es psicosomático. Aunque en realidad confieso que ni siquiera me gusta mucho. Me gusta, simplemente. Lo disfruto como quien huele un perfume que le agrada o saborea una comida cuando tiene hambre o paladea las primeras caladas de un cigarrillo después de algún tiempo sin sentir la caricia del benceno en sus pulmones. Pero en seguida me canso, como con todo, y paso a otra cosa. Soy un putero de las palabras: llego, me siento, pin-pan-pun, acabo y me marcho con la música a otra parte. No lo doy mayor importancia.

También escribo poemas, aunque aquí la cosa se complica. No es escribirlos, es parirlos. Y como todo el mundo sabe, especialmente vosotras, mujeres, parir es doloroso. Las palabras deben caer sobre la hoja con la mayor precisión posible, lo que ni mucho menos garantiza que se logre siempre. Se trata de expectorarlas, derramarlas sobre la página y luego, como quien mezcla los colores en la paleta de un pintor, otorgarles la forma que tu antojo prefiera. Un poquito aquí, otro poquito allá, añades esto, quitas esto otro, te alejas, miras la criatura con perspectiva, a contraluz, buscas los claroscuros, la dejas reposar, que macere unos minutos, quizá unas horas o unos días y al cabo vuelves, y si la cosa tiene el mismo brillo o incluso más le das el indulto y pasas a otra cosa. Puede parecer complicado y laborioso pero cuando consigues finalizar el proceso al menos una docena de veces lo asimilas de tal modo que ya no crees posible montártelo de otra manera.

En cuanto a lo que escribes, sea poesía o no, es lo de menos. Puedes dedicarle una loa a las pelotillas que te sacas del ombligo que si lo haces con gracia vale como lo que más. De hecho, cuanto mayor sea la insignificancia de lo que estás contando más exigente se pone el asunto y mayor el esfuerzo que debes desplegar. Porque esto de escribir poemas se parece también a un combate de boxeo que se rige por el Principio de la Reciprocidad: tú y la página en blanco, solos, mano a mano. Tanteas, te tantea, ves el momento y te lanzas; un derechazo que rompe su inmaculada desnudez y la sangre empieza a borbotear. Sólo que no es sangre sino palabras; tus palabras. Tu sangre traducida a un idioma legible que más tarde se hace costra, se asienta y endurece como el barniz después de haberlo pincelado. El Principio de la Reciprocidad. Sí. Me gusta; suena bien. Creo que lo voy a poner de título a esta cosa. Porque ya me he cansado y no se me ocurre más qué decir, o escribir, o lo que sea. El caso es que me voy, que me ha entrado hambre. Cierro. Adiós, adiós…

16/3/10

ODA

Tú,
hijo mío —nieve sucia
de mis entrañas—,
no cedas un palmo al amor
y odia
todos los odios
que a tu padre le fueron
prohibidos.

Hijo mío —escoria
derramada—
huye de quien te ofrezca verdades
que sólo existan en la farsa de unos labios,
y odia
porque sólo así serás
hijo mío.

15/3/10

SEGOVIA, 15 DE MARZO, 2010

Hoy, la ciudad está tomada por lecheras nacionales.
Cumbre Europea de Ministros,
o algo así.
Hay controles en cada esquina, en cada rotonda.
Tipos recios, uniformados de azul y negro,
blasonados en la solapa por banderas rojigualdas que no me dicen nada,
con recortadas colgadas bajo el hombro,
dispuestos a entregar su vida por el Amo.
Rostros curtidos por un sol
de parabrisas. Manos que se tienden solícitas a mi paso.
Hasta que una me da el alto y me detengo en la cuneta.
Yo no digo nada —con el tiempo
he aprendido a callar cuando conviene:
documentación, papeles del vehículo, salga afuera, vacíe sus bolsillos,
las manos sobre el capó, aléjese;
¿porta algún arma? ¿estupefacientes? ¿qué lleva en este maletín?
Comprueban por el walkie si tengo antecedentes.
Yo no digo nada.
Sólo dejo que desnuden mi privacidad, que la hagan pública
mientras mis ojos,
al otro lado de dos cristales opacos, escrutan rostros
que intentan memorizar
porque quién sabe,
tal vez mañana sea yo el armado
y ellos
los pobres imbéciles cagados de miedo.

Entonces, si llega el caso,
me pregunto si seré capaz de abrir la boca
antes de disparar.

9/3/10

DIÁLOGOS IMPOSIBLES IV

(belleza)


—Pero esos poemas que escribes no son bellos.
—Ya. La belleza está en verme sangrar después.
"Gracias a todos los que habeis leído el relato Te debo una, especialmente a los que lo habeis comentado tanto aquí como en facebook, pero por razones de política publicatoria debo suprimirlo ya que el manuscrito está de camino a un certamen de relato corto y las bases plantean como requisito que se trate de textos inéditos y no publicados en el formato que sea.

Por anticipado sé que no voy a ganar, pero uno no puede dejar de sentir la inquieta curiosidad de querer intentarlo de todas formas. Sobre todo si la cuantía asciende a 500 euros".

fdo: Samsa

5/3/10

PATRIA PERDIDA

Cuando apenas era un crío, llegué a amar
la necesidad de maltratarme.
Bebí para calmar una sed que no entendía.
Recuerdo que aquellas noches estaban hechas
a mi medida.
No era ambicioso porque aún no era un hombre
y pude amar hasta el dolor lo infinito.

Luego enfermé
y llegó la tarde para lamerme las mejillas
y me creció el pelo y la barba
y pensé en matarme
y creo que lo hice
pero algo salió mal

o bien

ya no recuerdo

4/3/10

CC.SS (II)

Un historiador es ante todo un escritor. Un narrador de ficciones o, si prefieres, de deconstrucciones prosaicas que inventa sobre el pasado de su especie. Pero paradójicamente también es un científico. Un científico social abstraído en sus propios y culturales paradigmas previos que, en palabras de Thomas Kuhn, han determinado desde siempre toda argumentación racional o dogmática que la inteligencia humana ha sido capaz de formular.

Pero a Thomas Kuhn muy poca gente lo conoce. Normal si tenemos en cuenta que fue él quien desmontó el castillo de naipes sobre el que descansaban los pilares de la ecuménica ciencia ilustrada y de la que aún tanto presume algún que otro trasnochado profesor Tornasol.

Un creador, sea de la disciplina que sea, científica y no, debe ser, ante todo, un escritor. Ese es el problema que tuvieron gente como Sartre: un gran filósofo que no sabía escribir; quien además y extrañamente fue quien afirmó lo siguiente: más importante qué lo que cuentas es cómo lo cuentas.

¡Hay que joderse!

En fin, toda esta disertación viene porque he estado releyendo últimamente la obra de Ian Kershaw. Historiador, biógrafo de Hitler y gran especialista en la historia del III Reich. Un inglés que escribe como un americano para contarnos episodios pretéritos del viejo continente. Un hijo de puta capaz de estremecerme la piel con cosas como las que siguen, y que dan comienzo a una de las mejores argumentaciones históricas de la batalla más descomunal, sangrienta y decisiva que han visto los ojos de nuestra especie: la Operación Barbarroja.

Ponte cómodo, coge aire y disfruta:

Al amanecer del 22 de julio (de 1941), unos tres millones de soldados alemanes cruzaron las fronteras y penetraron en territorio soviético. Por un capricho de la historia, como comentaba Goebbels con cierto desasosiego, era exactamente la misma fecha en que se había adentrado en Rusia el Gran Ejército de Napoleón ciento veintinueve años atrás. Los modernos invasores desplegaron unos 3.600 tanques, 600.000 vehículos motorizados (incluidos coches blindados), 7.000 piezas de artillería y 2.500 aviones. No todo su transporte estaba mecanizado, ya que también utilizaban caballos (625.000). Frente a los ejércitos invasores, distribuidos por las fronteras occidentales de la URSS, había casi tres millones de soldados soviéticos, respaldados por un número de tanques que se calcula hoy que debía de llegar a ser entre 14.000 y 15.000 (casi dos mil de ellos de los modelos más modernos), unas 34.000 piezas de artillería y entre 8.000 y 9.000 cazas. La magnitud del choque titánico que se iniciaba, que sería el principal determinante del desenlace de la Segunda Guerra Mundial y, después de ella, de la configuración de Europa durante casi medio siglo, es casi un desafío a la imaginación.

CC.SS

Todo cuanto nos rodea y existe puede ser reducido a términos matemáticos. A cifras. A simples números. Algo de lo que sin duda podrá vanagloriarse el científico puro en esta sempiterna y absurda guerra que mantienen las ciencias con las letras, y que tan bien puede percibirse en espacios consagrados a la docencia y la investigación como colegios, academias y universidades. Pero por eso mismo resulta tan imprescindible la Ciencia Social (disciplinas como la historia, la filosofía o la antropología); aunque sólo sea para sacar al mundo y la construcción que de él nos hacemos de ese reduccionismo tan simplificador.

3/3/10

CONVERSACIÓN TELEFÓNICA

“Qué haces,
me pregunta.

Emborracharme y escribir poemas,
respondo.

Parece más interesante
lo segundo
que
lo primero.

Desde luego.

Por qué no sales,
me dice,
diviértete
lee
haz un poco de ejercicio
conoce gente…,
existen más cosas
que encerrarse en casa
y esperar a que anochezca”


Desde luego

nada de todo eso
hice,
solo seguir emborrachándome en el mismo sitio
y escribiendo poemas
como este.