6/10/10

BOLSAS DE PLÁSTICO

Se quejaba del viento.
El viento es una putada, decía.
Pasó el invierno en la 5ª Avenida rodeada de pijos
cargados con bolsas de Armani y Louis Vuitton
mientras
ella jugaba con otras bolsas,
de plástico,
creaba formas con ellas,
un milagro de vida en movimiento
sólo cuando el viento lo permitía.

Una tarde llegó él y se quedó mirando,
a ella,
a esas bolsas que no eran bolsas
sino geishas y bailarinas
pero sobre todo a ella.
Se quedó mirando y esperó, y aplaudió al final
justo cuando le proponía un café
en el puestecito que hacía esquina con la 59.
Se llamaba Mang y era indonesio.

Sólo más tarde le recitó sus versos, torpes estrofas
que él mismo vertía al castellano.
Hablaban del agua y del viento,
del Puncak Jaya y las montañas del Sudirman,
de los acantilados de Komodo,
de los granos de arroz, del amor…;
quería metérsela a toda costa y ella
lo sabía y no lo permitió, hasta que llegó la noche
y el alcohol emboscó sus defensas
y él se abalanzó y no pudo evitarlo.

Lo que en ella vertió después
ya no fue poesía.