donde la dádiva de predecir mi pasado me es concedida,
bajo la orina tibia que sobre mí derramas
como un dios
humillándome el sudor, mi aroma y mis gabelases el hombre en bandeja de plata, que te abandona
como se abandona un cuerpo expropiado de gemidos,
temeroso de la palabra frágil
que destiñe su parva exactitud y se esfuma
como el agua
por el sucio desagüe de lo vivido