5/6/10

OTRAS VECES, MUCHAS

Como un viejo edificio dinamitado
a veces
se me echan encima los recuerdos
y pienso en aquellos instantes que dije:
—te quiero
queriendo decir en realidad: —ven, maldita,
de una maldita vez
conmigo
a la cama
y dale tregua y solaz a este cuerpo flaco,
a esta enferma cabeza siempre en guerra.

A veces,
como quien no quiere la cosa, tu voz
regresa en cadencias inesperadas, emana
de cosas tan insulsas
como un pedazo de papel garabateado que se encuentra
por casualidad
en un cajón cerrado hace ya mucho tiempo,
o un aroma que súbitamente se respira
al cruzar la calle,
o el timbre de un teléfono que delata
con insidia
que no será ella —tu voz— quien pregunte al otro lado:
—¿cómo estás? Te echo de menos.

A veces siento que podría amarte con todo mi odio
si mi odio fuese
tan sólo
una mínima parte del amor que te tengo.
Me conforta, en cambio, saberte feliz
y extraña,
y que cada minuto que paso a tu lado
sea
como un cielo limpio de nubes y de culpa, aunque
otras veces, muchas,
no entienda que sea tu ausencia
precisamente
lo que te haga tan real.