3/3/11

LA MAÑANA, de Grieg

La cajera de un supermercado sale y grita:
¡señora, ha olvidado el pescado!—
La mujer se gira apuradamente y
enrojecida
le da las gracias.

No muy lejos,
al otro lado de la calle,
un hombre exhala densas bocanas de humo
en una esquina
mientras espera a que llegue el autobús.

Cerca,
dos ancianos se demoran en la cuesta que sube hacia sus casas,
llevan en la mano sendas bolsas de plástico
donde se adivinan piezas de fruta,
un paquete de azúcar y varios briks de leche desnatada.

La mañana es agradable.
Soleada
sin ser calurosa.
Los pardales revolotean en círculo
sobre los tejados de los edificios,
confundiéndose entre vencejos y tórtolas,
entre el crotoreo de las cigüeñas.

Manadas de ciclistas se lanzan al asfalto
esquivando los pocos vehículos que a estas horas transitan la ciudad.

El autobús pasa
y el hombre que fumaba en la esquina da una última calada
y tira el cigarrillo al suelo, pero no lo pisa.
Luego sube en él y desaparece.

Amantes trasnochados salen de casas
que no son suyas
con medias sonrisas de satisfacción en la cara.
Están cansados pero no tienen sueño,
simplemente se niegan a que termine una noche
a la que ya no saben emparejar con qué día.
Caminan despacio por la acera,
la mirada gacha,
paladeando una victoria que no tardarán en olvidar.

Madres primerizas
sacan a sus críos a que la brisa de la mañana avente sus lampiños rostros.
Sus maridos caminan unos metros por detrás,
devoran con avidez
periódicos que despliegan con inusitada destreza
mientras llevan en la otra mano los detritos de su familia.

Dos gatos carroñan entre los contenedores
los bordes de pizza que nadie quiere,
cuando llega el hombre y los espanta
empleando berridos de hiena en celo.

Mientras,
en la acera de enfrente,
un perro con liendres salpica de orín
el neumático de una furgoneta aparcada
en doble fila
de la que un hombre vestido con un mono blanco
saca cruasanes de chocolate y barras de pan.

Y,
en medio de todo esto,
un hombre que observa en silencio
cómo el mundo va llenándose de vida,
mientras se pregunta
en qué condenado momento
se vacío el suyo.