14/5/11

Supongamos que me quieres
y que sabes dónde vivo.
Supongamos que me acompañas
y te quedas a dormir,
a probar a despertarte conmigo
sin la nausea de un simple amor de condones,
como cuando no eres tú
quien está al otro lado de la cama.
Supongamos que me da por anotarlo en un poema
y que tú lo lees
y sonríes
tal vez sin quererlo.
Supongamos todo eso.
Supongamos que es cierto,
y que a mí lo que en verdad me gusta
es estar comiéndote el coño
en lugar de escribirlos.