16/3/10

ODA

Tú,
hijo mío —nieve sucia
de mis entrañas—,
no cedas un palmo al amor
y odia
todos los odios
que a tu padre le fueron
prohibidos.

Hijo mío —escoria
derramada—
huye de quien te ofrezca verdades
que sólo existan en la farsa de unos labios,
y odia
porque sólo así serás
hijo mío.