15/3/10

SEGOVIA, 15 DE MARZO, 2010

Hoy, la ciudad está tomada por lecheras nacionales.
Cumbre Europea de Ministros,
o algo así.
Hay controles en cada esquina, en cada rotonda.
Tipos recios, uniformados de azul y negro,
blasonados en la solapa por banderas rojigualdas que no me dicen nada,
con recortadas colgadas bajo el hombro,
dispuestos a entregar su vida por el Amo.
Rostros curtidos por un sol
de parabrisas. Manos que se tienden solícitas a mi paso.
Hasta que una me da el alto y me detengo en la cuneta.
Yo no digo nada —con el tiempo
he aprendido a callar cuando conviene:
documentación, papeles del vehículo, salga afuera, vacíe sus bolsillos,
las manos sobre el capó, aléjese;
¿porta algún arma? ¿estupefacientes? ¿qué lleva en este maletín?
Comprueban por el walkie si tengo antecedentes.
Yo no digo nada.
Sólo dejo que desnuden mi privacidad, que la hagan pública
mientras mis ojos,
al otro lado de dos cristales opacos, escrutan rostros
que intentan memorizar
porque quién sabe,
tal vez mañana sea yo el armado
y ellos
los pobres imbéciles cagados de miedo.

Entonces, si llega el caso,
me pregunto si seré capaz de abrir la boca
antes de disparar.