7/11/09

¿QUÉ SE SUELE HACER CON TODO ESTE MONTÓN DE HORAS?

Siempre hay un motivo para la queja; porque supongo que nos pasamos demasiado tiempo buscándole excusas a esta nuestra insípida existencia. Hoy, por ejemplo, es sábado y, por extraño que parezca (al menos a mi me lo parece), he amanecido pronto y sin resaca. Bueno, un poco de novedad en mi vida, pensé. Y me he puesto manos a la obra: barrer, limpiar el polvo, fregar los cacharos que desbordaban ya la pila, corregir unos cuantos exámenes y rellenar inútil papeleo de índole burocrática y desmedida (las malditas programaciones curriculares, especifico para algunos profesores que tal vez me lean). Y el caso –a lo que iba –es que son las doce de la maldita mañana y ya no se me ocurre qué poder hacer para entretenerme. Hasta bajé hace un rato a la farmacia para comprarme una cajetilla de chuchú (soy adicto a la oximetazolina: una herencia que mis padres me dejaron y a la que llamamos así por aquello de la cotidiana familiaridad del principio activo en nuestras vidas). Hasta he pensado en masturbarme de puro aburrimiento, pero resulta que eso ya lo hice dos veces y no considero nada saludable, por una cuestión diletantemente química, esquilmar mis reservas seminales. Así que con eso y con todo me he puesto a teclear esto. Y ahora que me acerco al final de mi reflexión puedo decir, con cierto orgullo he de reconocerlo, que tengo claro y meridiano que esta noche pienso agarrarme una tranca de esas por las que acaban a uno hospitalizándole. Al menos sé que mañana me ahorraré otro calvario como este.
He dicho.