7/8/10

ATISBOS

Desde hace varios días,
intensos dolores de espalda
me han postrado a la condición
de un gasterópodo gymnomorpho,
me impiden dormir, cualquier
amago de lectura prolongada,
mucho menos sentarme
frente a la pantalla y redactar.
Me administro analgésicos con opioides
y raciones alarmantes de diazepán
cinco miligramos
mañana, tarde y noche,
y a pesar del batiburrillo
los dolores siguen incólumes,
persistentes en su ofensiva,
amenazando mis defensas,
doblegando a martillazos mi paciencia.
Esto es
lo más cercano que he estado nunca
en estos treinta años
de cierto atisbo de senectud.
Y me he jurado hoy
a mí mismo,
sobre la blanca y macerada
humedad de las sábanas sudadas,
que será el último.