29/8/10

PEQUEÑA FLEXIÓN EN CLAVE DE RE (la fecha)

Tal día como hoy, un veintinueve de agosto, hace exactamente quince años, un impulso irrefrenable y nebuloso me llevó a sentarme frente al viejo escritorio que mi habitación tenía en la casa de mis padres, y me puse a escribir lo que entonces sería —y no sabía— mi primer poema. Lo hice de una tacada, con el bolígrafo enloquecido surcando la pátina blanca de la hoja, alboreándola de palabras que aún hoy, pasados esos mismos quince años, todavía no logro comprender, escupidas de un tirón, como Karmelo Iribarren asegura que nunca deben escribirse los poemas.

Recuerdo con tanta precisión la fecha porque la anoté al término del mismo. 29/08/1995.

Luego, después de aquél, vinieron más. Cientos de poemas anotados en pequeñas libretas que todavía conservo. Escritos del mismo modo. De un tirón, de una tacada; como nunca deben escribirse los poemas. Palabras de una violencia extrema y desgarradora. Supongo que igual de equívocas que la dolorosa adolescencia en que fueron concebidas.

Esos cuadernos están ahí, en un rincón escondido de las estanterías, arropados por el polvo de los años y camuflados entre los libros que el tiempo me hizo atesorar.

No suelo acudir a ellos. La razón, supongo, una mezcla entre vergüenza y temor. Vergüenza por lo que entonces quise haber sido, y temor por lo que en verdad era. Pero esta mañana, la casualidad quiso que cogiera uno y lo abriera; y allí estaba, escrito en la primera hoja con una caligrafía que me es extraña, mi primer poema…

Todavía me pregunto cómo es posible que siga vivo desde entonces:

Vivo
sobre inútiles pértigas de alcohol
y ofrezco dientes como animal primitivo
frente a la luz
res
que
bra
ja
da
de la ventana.
Mientras
la cordura mece cadáveres
de perros sedientos de océano,
y el vapor de la muerte
-criatura inútil-
iza los restos de su encrucijada
aquí
en la sima de mi ombligo
donde una mujer de escarola hunde su
lengua
inútil.