23/8/10

TODO LO QUE TENEMOS EN ESTE MUNDO ES EL RESULTADO DE ESA LUCHA DEL HOMBRE CON LA MUERTE

Estas tardes de agosto, lentas y calurosas, pocas veces me invitan a otra cosa que no sea la lectura. Se puede tener más o menos suerte con los libros que eliges. Yo, desde luego, hoy la he tenido. Y me apetece compartir contigo un fragmento que, por otra parte, cae de un modo muy oportuno en este baúl de palabras rotas al que un día bauticé Amueblando la espera.

El fragmento en cuestión está sacado de un diálogo que mantiene el protagonista de la historia con un amigo. Las palabras que a continuación siguen son puestas en boca de éste último, y aunque hacen referencia a la vida de los reclutas en el ejército, creo que ese detalle resulta nimio e insignificante…

El libro se llama Las aventuras de Wesley Jackson. Su autor, William Saroyan.

Ponte cómodo. Sospecho que te va a gustar.

Una vez que superas el primer trago amargo de convertirte en un borrego y empiezas a recuperar tu ego, algo que todo hombre necesita y debería tener, supongo que lo peor de todo es la espera. La pequeña espera y la gran espera. Esperar para comer, esperar el lavado de cerebro, esperar que pasen revista, esperar un permiso. Y luego la gran espera: esperar el correo, esperar a que digan adónde te enviarán, esperar a que termine la guerra… y, naturalmente, la mayor espera de todas, esperar a que te maten, o que no te maten (…).

La vida no es más que una espera, y el hombre que nace con cuerpo de ser humano inconscientemente espera a que ese cuerpo se consuma y regrese a la tierra. Espera la muerte. Pero como sabe que va a poder disponer de ese cuerpo durante treinta o cuarenta años más, trabaja y espera otras cosas. Cuando es un muchacho espera convertirse en un hombre. Luego espera casarse. Y luego tener un hijo y luego espera poder hablar con su hijo. O si al principio no quiere esperar casarse, espera una chica que lo ayude a sentirse vivo, o a sentir que es algo más que media docena de fluidos que recorren todo su cuerpo, algo más que otro animal estúpido, débil y ridículo envuelto en un traje, que lo ayude a sentirse inmortal. En otras palabras, espera la experiencia, espera enamorarse, espera la sabiduría que intuye le proporcionará el amor. O bien, si no quiere esperar una esposa, ni la sabiduría del amor, quizá trabaje y espere hacer algo, convertirse en alguien, tal como suele decirse: darse a conocer a mucha gente, en lugar de sólo a su familia y a un círculo reducido de amistades, darse a conocer a Dios, a fin de cuentas, escribir una canción, hacer un gran descubrimiento en el campo de la ciencia o de la poesía, revelar la verdad, ganarse la bendición de Dios. Pero al fin y al cabo lo que quiere es vivir. Y quedar impune. Sabe que un día u otro se va a morir, haga lo que haga, pero desea la mejor de las muertes. Todo lo que tenemos en este mundo es el resultado de esa lucha del hombre con la muerte, nuestras canciones, nuestra poesía, nuestra ciencia, nuestra verdad, nuestra religión, nuestros bailes, nuestro gobierno, en definitiva, todo: el comercio, la invención, la maquinaria, los barcos, los trenes, los aviones, las armas, las habitaciones, las ventanas, las puertas, los pomos de las puertas, la ropa, la cocina, los sistemas de ventilación, la refrigeración, los zapatos… (…)

Todo el mundo es igual, todos esperan lo mismo, la muerte. Y entretanto esperan hacer alguna de las otras cosas que acabo de mencionar (…).

Esperamos la muerte, incluso estos cigarrillos nos ayudan a esperar (…). Los cigarrillos son un buen invento. Sin ellos los hombres no podrían ir a una guerra. Te matan un poco, lo suficiente para que cada vez te dejes matar un poco más sin enloquecer. Porque hay algo en ti que no quiere que te maten, y debes calmarlo, debes administrarle pequeñas dosis de muerte —sueño, olvido, distracción—, a base de cigarrillos, o alcohol, o mujeres, o trabajo, o lo que sea. No puedes dejar de calmarlo porque es muy sensible. Y si no lo duermes puede que se ponga a gritar. Normalmente consigues sumirlo en un sueño placentero calmándolo con métodos que no son agresivos. En el peor de los casos, no hay más remedio que darle una paliza hasta dejarlo inconsciente. Pero la desgracia comienza cuando llegas demasiado lejos y en lugar de dormirlo lo asesinas, porque entonces tú también estas muerto, tu cuerpo sigue vivo, pero la vida real que hay en él está muerta, y eso es lo que no me gusta de todo este gigantesco enredo (…).

Esperar. Eso es lo que hacemos toda nuestra vida.